domingo, 21 de junio de 2015

Con la mano en el pecho

Me encanta hacer deporte y entre mis favoritos se encuentran los deportes de contacto, hoy me ha tocado entrenamiento de saco, me gusta este entreno porque es simular que golpeas a todo lo que te provoca frustración.
El caso es que durante un descanso entre series, me he imaginado dando clases de defensa a chicos problemáticos,......me gustaría servir  de ayuda a personas sin una estructura social equilibrada. En fin, continuando con mi desvarío..... Me imagino como les pido respeto hacia el arte marcial en si, la importancia del saludo antes de entrar al tatami, el saludo al profesor y el saludo a los compañeros ya presentes, pero también me imagino no dejando entrar al tatami a los chulitos, dejando claro que sin respeto hacia los demás y a las normas no les permito la entrada y les digo con tono pausado y con una mano en el pecho, que el respeto comienza en uno mismo, que ese es el camino hacia el respeto a los demás y el entorno que les rodea.
Me sorprendo en mi pensamiento y me pregunto mientras descanso....¿ de verdad me respeto? ¿cuantas veces no me he odiado por padecer mi maldita enfermedad? ¿ cuantas veces no he deseado ser otra persona, la cual la vida le sonríe?.
No voy a negar que incluso desee en alguna ocasión que todo acabase, que sin mí, mi familia viviría más tranquila, que seria el final de toda angustia, de todo dolor..... Y es hay, en esos momentos donde no llego a respetarme como persona donde se encuentra el error. si no me respeto, si no me quiero, si no busco el bien personal, la esencia de nuestra vida se encuentra vacía y de este modo perdemos el respeto, el amor, el bienestar para con los demás, y es curioso, porqué en esos momentos, donde la vida se cubre de gris, solemos culpar de todo a todos, sin pensar por un solo momento que el problema radica y radia de nosotros mismos.
La vida y más con un problema de salud como el nuestro no es fácil, la incertidumbre atosiga como paredes móviles, las cuales van cerrando sobre uno, la fatiga, la amiga invisible que siempre te carga, la cual tiene la manía de aparecer de repente y sin previo aviso, provocando que no pueda, ni quiera, estar con nadie, tan solo con la compañía terapéutica del sofá.
Pues bien, en todos los momentos en los que la enfermedad me ataca, pierdo el respeto, el amor, la compasividad y la humanidad hacia los demás y sufro porque no me gusta sentirme así y ojalá existiera un método para evitar hacer daño a todo y hacia todo lo que me rodea y no me doy cuenta que la solución para no perder el respeto  u ofender a los demás, es no perderse ni ofenderse a uno mismo, quererse aun cuando uno no se soporta, respetarse cuando desearías ser otra persona, valorarse y apreciarse sin caer en la soberbia cuando el cuerpo pesa, la mente se ralentiza y los miembros dejan de sentir o actuar, pensar que el futuro no está escrito y que cada acto bueno hacia nuestra persona es un acto bueno hacia los demás.
Así, con la mano en el pecho, pienso,  que tan solo con el respeto y amor hacia uno mismo, podremos querer y respetar a los demás.

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